Cualquier accidente o lesión puede causar daños irreparables, que no necesariamente están a la vista. La cuestión emocional es muy importante al momento de analizar las consecuencias de una lesión, y por eso, es un reclamo muy frecuente en los estudios de abogados.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a «daños no económicos»?
Como sabemos, siempre que ocurre algún accidente de cualquier tipo, la víctima puede solicitar un resarcimiento de tipo económico para solventar los tratamientos médicos que tenga que realizarse. Pero, ¿cómo resolvemos aquellos problemas que afectan directamente a las emociones y los sentimientos de la persona?
Hay muchos ejemplos de daños no económicos que pueden afectar a nuestra vida diaria e incluso nuestras relaciones interpersonales. Cabe resaltar que, a mayor trauma por la lesión sufrida, mayores serán las consecuencias posteriores.
Los daños no económicos más comunes
Este tipo de dolencias internas pueden ser realmente infinitas, aunque existe un patrón con los ejemplos más usuales entre las víctimas de una lesión:
- Angustia emocional: entre los síntomas más comunes se encuentran la ansiedad y la depresión por una lesión sufrida, sobre todo, cuando la persona debe cambiar drásticamente su estilo de vida.
- Impacto en las relaciones: las personas pueden sufrir un doloroso aislamiento, producido por sus cambios fisiológicos tras algún accidente o lesión grave. La víctima puede cambiar rotundamente sus estados de ánimo y su manera de relacionarse con los demás, más aún, si la lesión en cuestión ha ocurrido en la zona encefálica. Esto puede traer serias consecuencias en el ámbito familiar, pero también laboral.
- Imposibilidad de acción: frecuentemente las personas no pueden llevar a cabo actividades que les permiten disfrutar de la vida; como asistir a ciertos eventos sociales y lugares con sus seres queridos. Esto también está relacionado con ese impacto en las relaciones y el aislamiento propio de este estado.
- Dolor físico: más allá de que nos basamos en lo emocional, el dolor físico persistente resulta una suerte de tortura para aquellas personas que han sufrido una lesión. Esto trae múltiples dificultades en la vida diaria y también empeora el semblante de quien lo padece.
El resarcimiento económico
Este tipo de consecuencias no se pueden medir según una regla o una pauta establecida. Sino que se utilizan algunas mecánicas como el método multiplicador, o «per diem». El primero, se basa en proponer un monto según la gravedad de la lesión. El segundo, asigna un valor diario al dolor y sufrimiento del paciente, y lo multiplica por el tiempo en que la persona se ha sentido afectada.
Resulta de vital importancia reconocer los diferentes factores que afectan a la víctima del accidente, para poder determinar el valor de los daños. Según un informe de la Administración Federal de Carreteras (FHWA), es muy importante reconocer estos efectos a largo plazo, para analizar el bienestar psicológico de la persona.
El abordaje de los daños emocionales no económicos
Sobrellevar estas consecuencias devastadoras para muchas personas puede ser una tarea muy difícil, y requiere de mucha paciencia por parte de sus allegados y familiares.
Muchas veces, la peor parte de un accidente viene después de haber transcurrido el hecho, con estos cambios emocionales y psicológicos ya mencionados.
Por eso, el Consejo Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB), aborda en sus investigaciones la relevancia de incluir estas cuestiones en el análisis final de la situación.
Para ello, se puede recurrir a abogados especialistas en estos temas, quienes le brindarán toda la información al respecto: tanto cómo actuar, como qué pruebas presentar a la justicia.
De esta manera, y recogiendo las pruebas necesarias de todo el proceso, la víctima puede obtener una ayuda económica que le permita transitar mucho mejor un proceso que, desde ya, resulta difícil de abordar.






