Solo Lionel Messi sabrá, y solo sabrá, pero no conseguirá verbalizar una satisfacción tan inefable, lo que sintió cuando el penal del jugador del Sevilla, Gonzalo Montiel, le bordó la tercera estrella sobre el blasón a Argentina, a una Argentina que siempre quiso, como los tangos de Carlos Gardel, desde la distancia, desde la nostalgia, pero por la que no cesó en su intento de triunfo y continuó luchando. Qatar 2022, Mundial de organización polémica pero que perdurará en el recuerdo de todos los aficionados, constata una verdad: Messi es el GOAT futbolístico, la “cabra” del deporte rey. Si quieres apostar por el flamante campeón o los clubes en los que militan sus jugadores, puedes hacerlo en: https://www.telecomasia.net/es/apuestas-deportivas/pronosticos/futbol/.
A continuación, mencionamos algunas claves que permitieron la obtención de este título tan anhelado desde 1986.
Aunque ahora todo sea la panacea más idílica para el conjunto albiceleste, lo cierto es que fue un sendero tortuoso el que debieron transitar Lionel Messi y sus adláteres durante la década pasada. Argentina, hasta este torneo, no campeonaba desde principios de los años 90, aproximándose varias veces a títulos de gran valor, pero no consiguiendo destrabar el signo fatídico y psicológico que la aquejaba. Varias finales perdidas consecutivas, contra Alemania en el Mundial de Brasil 2014 y, en menor medida, las dos contra Chile en las Copas América les generaron un temple pesimista. Entiéndase, Argentina no solo perdía, no anotaba. Malograba los goles que no debía errar, los arqueros cometían los fallos más básicos e, incluso, varios jugadores somatizaban la tensión, como Messi vomitando o Di María con los tirones. Vencer a su rival de todas las horas en calidad de visitante le aseguró una bocanada de amor propio indescriptible.
2- Scaloni
Con menor renombre que César Menotti y Carlos Salvador Bilardo, y sin una identidad táctica tan drástica o señera, el joven entrenador consiguió relevar las piezas que ya no conseguían encajar con la intensidad requerida del fútbol, deporte cada vez más físico y desnivelado por prodigios corporales, a la par que potenciar otras. Un director técnico con todas las letras, un estratega sosegado, cerebral, que le agregó a ese coraje insuflado de rebeldía el orden necesario para hacer que no se desborde. Scaloni consiguió que los futbolistas argentinos insignes, Messi y Di María, pese a estar ya en la treintena, lograran mayor vigencia que nunca: acotó los movimientos de Messi sin el balón, protegiéndolo con siempre De Paul, en ocasiones Paredes, y, recientemente, Mac Allister y Enzo Fernández, a la par que le concedió a Di María el espacio para transformarlo en un puñal trapero para cualquier defensa adversaria. Un entrenador valiente, al que no le tembló el pulso para hacer las modificaciones pertinentes sobre la marcha, como reemplazar a un errático Lautaro Martínez por Julián Álvarez.
3- La derrota contra Arabia Saudita
Si bien, evidentemente no fue planificada, la fortuna quiso que, como le sucedió a España contra Suiza en 2010, esta caída fuese una alarma provechosa para quitarse la presión de una racha sin precedentes de arriba. En, tal vez, el grupo más asequible para un cabeza de serie de la última Copa del Mundo, perder supuso una doble resignificación: disminuir las luminarias y, por ende, colocar a los jugadores ante la necesidad de unirse en pro del objetivo, ya comenzando a vivir cada partido con la intensidad de una final anticipada, y, además, hacer las modificaciones necesarias pero antipáticas. El Grupo C de un flojo México y una tosca Polonia se convirtieron en el laboratorio para los experimentos tácticos y la danza de nombres hasta dar con el equipo pertinente. Esto, sumado a unos octavos de final más que asequibles contra Australia, también premiaron la eficacia argentina con un menor gasto energético ante otras selecciones más fatigadas.
4- El Dibu Martínez
Si bien probablemente no sea uno de los, por ejemplo, cinco mejores arqueros del mundo a lo largo de una temporada regular, el “Dibu” presenta varios atributos que lo ponderan en torneos de este calibre: para empezar, es un arquero muy emocional, corajudo y carismático, lo que contagia a sus compañeros con una confianza desmesurada y lo condecora en momentos cruciales como el mano a mano del último minuto contra Francia. Asimismo, y detalle que posibilitó imponerse ante los dos rivales más fuertes que se cruzó Argentina (Países Bajos y Francia), es un verdadero atajador de penales, como lo supieron ser Roberto “El Pato” Abbondazieri o Sergio Goycochea. Está claro que el “Dibu” no es tan bueno como Fillol, pero es el líder irreprochable de toda la zaga inclaudicable de la selección sudamericana.
5- El contexto
Finalmente, el sentirse locales por la multitudinaria cifra de compatriotas, así como que el mundo se abocara para que Lionel Messi consiguiera el tan preciado trofeo que persiguió durante tantos años, agregado al anhelo de todo un pueblo por honrar la memoria de Diego Armando Maradona, creó un efecto tan fervoroso que hizo que todos los futbolistas del combinado se alinearan con un mismo propósito. Contra Francia, pese al 3 a 3, se notó claramente que las dos selecciones estaban disputando el partido con intensidades y motivaciones distintas: tanto esmero colocaban en cada pelota dividida, en cada cierre vigoroso de “Cuti” Romero u Otamendi, en cada destello mágico de Mac Allister, que hacían ver a la selección gala como un conjunto displicente, que solo podía remontar el peso casi irremontable de la aplanadora latina con la calidad sobrenatural de Kylian Mbappé, que es, a todas luces, el sucesor de Messi, y, tal vez, su próximo perseguidor, como lo supo ser él de aquel pibe de Villa Fiorito que jugaba por la Tota.