El whisky es uno de los destilados con mayor bagaje histórico, cuyo origen puede rastrearse hasta el año 1000 d.C., cuando los monjes aprendieron la destilación de los árabes y la llevaron a Irlanda. Por ello, podemos considerar su elaboración como una técnica milenaria que, hoy en día, algunos productores todavía utilizan en el proceso de fermentación del whisky, destilado y añejamiento.
Cada etapa en la elaboración del whisky es importante para conseguir un resultado inigualable, pero una correcta fermentación es esencial para tener una buena base de producción y favorecer la formación de aromas y sabores, antes de pasar a la destilación.
¿Qué sucede durante el proceso de fermentación del whisky?
La elaboración del whisky se divide en siete grandes etapas:
- Elegir correctamente uno de los ingredientes vitales: el agua, cuyo pH, dureza, mineralidad y pureza microbiológica deben ser controlados.
- Seleccionar los granos adecuados para el perfil del whisky que se desea obtener, ya sea cebada, maíz, centeno, trigo o avena.
- El malteado es el siguiente paso; en este proceso se deja germinar el grano elegido para extraer el azúcar fermentable, para luego ser tostado con aire caliente y pasar a la molienda.
- La fermentación, de la cual ahondaremos más adelante.
- La destilación la cual, dependiendo del tipo de whisky, cambiará su frecuencia y herramienta. Por ejemplo, el irish whiskey suele destilarse tres veces en alambiques de cobre tradicional.
- El añejamiento, etapa en la que entran en acción los diferentes tipos de barricas, las cuales ayudan a darle ciertas propiedades al whisky.
- El embotellado es el proceso final. El whisky se filtra, se diluye, embotella, etiqueta y empaca para llegar a los consumidores finales.
Regresando al proceso de fermentación del whisky, en esta etapa es donde se forma la base para obtener un buen resultado.
Después de que el grano es malteado, tostado y molido, tenemos la materia perfecta para crear una cerveza e incluso un vino de malta, pero lo que nos interesa es crear whisky, así que los productos deben seguir una técnica específica para conseguirlo.
La molienda se introduce en toneles, los cuales pueden ser de madera de pino o de acero inoxidable, y se añade una selección de levaduras y agua, la cual reposará en el contenedor de tres a cuatro días con una temperatura de 34°C; hay que ser cuidadosos, ya que si el calor del tonel se eleva por encima de este promedio, la levadura morirá.
Lo que sucede en estos tres o cuatro días de fermentación es que las levaduras ingieren el azúcar liberado en el proceso de malteado, y lo transforman en alcohol y gas.
El grado de alcohol que suelen buscar los productores de whisky es de 7% a 8% ABV. Entre más lenta sea la fermentación, se favorece la creación de aromas y sabores frutales.
¡Listo! El líquido está listo para terminar de formar las características que lo harán único.
Como podemos ver, el proceso de fermentación del whisky es esencial para conseguir la botella ideal, desde un Bushmills Black Bush hasta un Single Malt. ¿Conocías la importancia de este procedimiento?